Con Julito Aparicio aquel San Isidro del '94 aprendí que el toreo es pasión

Soy incapaz de recordar el primer día que entré a una Plaza de Toros. Pero tengo clavado en el recuerdo tres momentos, tres toreros, desde hoy solo me queda uno.

Con Ponce, viéndole yo de muy pequeño un verano en Checa con un eral, aprendí lo que es lidiar, ganarle la partida al animal, dominarle. Desde entonces viendo a Enrique sigo aprendiendo de toros.

Con Curro Romero, unas Corridas Falleras haciendo un quite a la verónica al toro de un compañero, aprendí lo que es el temple. Paró el tiempo "el Romero", enganchó al toro muy delante en tres verónicas larguísimas rematadas con una media a cámara lenta.

Con Julito Aparicio aquel San Isidro del '94 aprendí que el toreo es pasión, roto estaba el torero, todo sentimiento, todo inspiración, todo pasión.

Han habido muchos más pero estos tres son los que me han marcado. En 2002 se me retiró Curro, hoy se cortó la coleta Julito en su plaza, en Las Ventas, la misma en la que esa tarde de aquella primavera a mi me enseñó tanto...

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