La perfección

¡Yo estuve allí! Yo participé de esa mañana de toreo puro que nos regaló José Tomás, yo participé de ese éxtasis de emociones que se vivió en el coliseo nimeño.

La tauromaquia es un arte y como toda expresión artística su fin último es conseguir levantar pasiones en los presentes. La tauromaquia es un arte plástico y efímero, lo allí vivido no se repetirá jamás y solo sabemos lo que se sintió los que allí estuvimos, los demás tan solo lo pueden imaginar…

El aluvión de emociones fue tal que he querido dejar pasar unos días para poder escribir algo con objetividad, si es que se puede hablarde objetividad en el arte, subjetivo por definición.

Objetivo es decir que fue un espectáculo perfecto. Criticamos al equipo de José Tomás, yo el primero, el exceso de celo en el control de todo lo que ocurre en los festejos en que actúa, visto lo del domingo no hay lugar a la crítica, hay que descubrirse ante el soberbio espectáculo que nos brindaron.

Perfecta la elección del marco, no hay una plaza como la de Nimes. Perfecta la elección de los astados que se acoplaron al tipo de toro que necesita este artista. Todos los toros tuvieron su faena, todos cumplieron en el caballo, todos aguantaron un par de quites, todos galoparon en banderillas…¡hasta uno fue indultado! Perfecta la elección de las cuadrillas, no hubo un puyazo en mal sitio, no hubo un capotazo de más, nadie pasó en falso con los palos….

Ese conjunto perfecto solo era el aderezo de lo realmente importante, lo que fuese capaz de crear José Tomás. Simplemente “lo bordó”, no se puede estar mejor en una encerrona en solitario, ¡no se puede! Solemne fue hasta el paseíllo, variado de capa, medido en los tiempos y un portento con la espada.

El paso del tiempo, el dolor, la sangre derramada… han desembocado en un nuevo José Tomás. Un José Tomás que no ha perdido un ápice de personalidad, torea para él, ni un gesto, ni una concesión “a la galería”… no ha perdido sitio ni hondura, sigue citando con una verdad que sobrecoge y lleva a los toros tan largo que desafía la física. Ha ganado en técnica y sentido de la lidia, no hubo un desarme  ni un enganchón, ¡nada! Los cites todos perfectos a la altura perfecta, a la distancia perfecta… seis faenas distintas acoplándose siempre a la lidia de cada toro, al que hubo que “mimarlo” lo “mimó”, al que hubo que poderlo le pudo y al que hubo que someterlo lo sometió, para torear hay que saber lidiar.

En resumen… ¡la perfección!

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